Nuestra Crítica
Desde hace algún tiempo se han repopularizado las novelas en las que, en un futuro cercano ? es decir: en una sátira del presente ? alguien que está comodamente en la parte más poderosa y rica de la pirámide del sistema se ve inmerso en los estratos más bajos durante una breve estancia, y eso le da ciertas lecciones morales, vitales, etcétera. De hecho, leyendo la portada, la contraportada y la introducción ? sí, aún hay gente que lo hace ? de este libro de Nova parecerá que esta historia es una variación hispana del tema de Mercaderes del Espacio, cuando en realidad es otra cosa totalmente distinta.
El nuevo trabajo de Domingo Santos parece una obra escrita durante mucho tiempo, a retazos, donde se reciclan ideas y relatos anteriores, en algo que da la sensación de opera prima al intentar tocar todos los palos en muy poco tiempo. Lo que más llama la atención en esta especie de cyberpunk pesimista es el parecido, tanto en el tono como en el fondo, con varios libros de Bruce Sterling que, precisamente, tradujo en su día Domingo Santos, especialmente esa pesadilla para la globalización que era "Islas en la Red": "El día del dragón", en muchas ocasiones, parece otro libro de Sterling, y es difícil saber si es por la cantidad de personalidad que le inyectó Santos cuando los tradujo. La forma en la que se satura al lector de detalles empresariales y económicos, en la que se recrea en los escenarios sórdidos y en los tecnológicamente sorprendentes, en la que se impacta con imágenes humanistas en un mundo bastante deshumanizado, es la misma que la del escritor y pope norteamericano ? por no hablar de otros detalles de ambientación que coinciden con las novelas de Sterling (las mismas Islas ? o Laputas, como bien menciona ? que aparecen en "El Chico Artificial"). Y esta influencia, que quede claro, es muy positiva.
Lo sorprendente, aparte de este inesperado trato del escenario futurista, está en el desarrollo de la historia: Domingo Santos no narra linealmente, ni quiere hacerlo. Nunca queda claro a dónde va ni qué quiere contar hasta las últimas páginas. Juega con la perspectiva del protagonista, juega con las pistas falsas, y describe sin parar una urbe futurista pastiche de todo el cyberpunk visual y escrito de los 80. Y esto, de nuevo, funciona. ¿Qué es lo que no funciona? No funcionan las caracterizaciones de los personajes, por ejemplo, aunque precisamente lo que piensa e interpreta el protagonista es lo que lleva el peso del relato. Pero esto es casi obviable, porque lo que realmente peligra es un tono ambiguo cuando trata la xenofobia que en sus últimas páginas queda francamente ramplón. Es cierto que la ciencia ficción, y sobre todo cuando trata de un futuro cercano, tiene su mayor interés en cómo el autor refleja sus inquietudes y obsesiones contemporáneas en el universo y relato que crea, pero Domingo Santos parece que predica, y todas esas elucubraciones que llevan a un apocalipsis catártico y terrible se quedan al nivel de barra de bar.
Esta breve, interesante y algo fallida novela podría resumirse en esto: una historia con una atmósfera muy conseguida pero que, en sus parecidos con Bruce Sterling, hacen parecer a éste como el rey de la sutileza. Si no fuese por el regusto a bilis que dejan las últimas páginas ? 6 o 7 nada más ? la recomendaría sin duda, aunque fuese por su perfecto carácter mimético y su brevedad. Con la resolución que tiene la recomiendo con reservas y mucha apertura de miras: hay muchas imágenes gozosamente futuristas y fascinantemente sórdidas entre párrafo y párrafo. Carlos Jürschik
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